Por: Moysés Zúñiga Santiago*
- Una oportunidad a las psiquiátricas.
Quisiera hacer un poema, pero sé bien que no me sale. Entonces, va como va:
Sobreviviendo en un anexo aprendí a decir para mí: “Gracias a Dios”.
Me quité de cocaína y cristal, ahora voy en mi bici, veo las nubes, las disfruto, vuelan lento, pero a mi tiempo.
Llueve ahora, acelero para ganarle a las gotas, será por miedo a mojarme, pero me gustan, acelero para que no me alcancen.

Al encontrar un río me detengo, me orillo para sacar un micrófono y una grabadora, entonces puedo grabar y después compartir lo que escucho, sin estas herramientas no me detendría.
Ahora escucho las gotas imparables chocando de golpe contra el agua, en un micrófono capto el caudal del rio chocando con algunas piedras y con el otro capto a las personas presurosas por cubrirse de la lluvia.
Doy gracias y sigo, pero observo.
Mi memoria de antaño me recuerda hace 3 años cuando caminaba esos mismos potreros con mi perra bóxer llamada Sombra, disfrutábamos tanto de visitar a las vacas y si había suerte miraba al pasto y encontraba hongos, pero no me los comía.
Unos ocho años después de conocerlos dejé de buscarlos.
La coca y el cristal matan mi memoria, ese mismo Año de Pandemia que ustedes padecieron, yo lo viví en mi habitación, yo solito me encerré, pero después estuve enclaustrado bajo llave en un anexo, fue muy jodido porque está jodido de por sí y porque no lo decidí yo.
Yo había decidido internarme y pagar por un Centro de Integración Juvenil por un mes o tres, pero si yo lo quería, sin embargo, por la pandemia se canceló esa vital opción.
Los anexos siguen trabajando sin supervisión antes, durante y después de las pandemias, sin cuotas basadas en un estudio razonablemente socioeconómico. En la práctica, mientras más puedan cobrar, mejor para ellos, mientras más recaídos haya, mejor para ellos.
Pueden cobrar lo mismo que vale la colegiatura para una licenciatura en una escuela privada de medio cachete.
Dos años después de haber intentado medicamentos psiquiátricos me encuentro razonablemente bien, pero aún después de la adicción al cristal y a la coca específicamente, me veo parado sobre lo alto de la montaña y veo letreros debajo de mi apuntando en distintas direcciones en un encuentro de veredas.
Por esas veredas solo transitas “a pata”, en caballo o en bici, yo quiero bajar en mi bici, pero me topo con un letreo que dice “Trastorno de déficit de atención”, para otro lado anuncia “Estrés post traumático severo” y el letrero más pequeño advierte “Trastorno Limítrofe de Personalidad”.
Este último no lo tenía antes de sobrevivir a la tortura física y mental de un anexo, ni tampoco lo tenía antes haber escuchado algo sobre el consumo de cristal dentro de un anexo.
Hoy, mucho tiempo después y en tratamiento y compañía del psicólogo encargado del Centro de Integración Juvenil de Tuxtla Gutiérrez, me doy cuenta de que una vez agotados todos mis intentos, identificadas mis herramientas necesarias y eligiendo mi contexto para funcionar, es decir, tomando precaución de los familiares a los que permití decidir por mí, hoy me doy cuenta de que
La mejor opción es la que el paciente decide, y sí, es cuestión de ser paciente y aguantar madrazos; pero lo voy a lograr, accederé a la salud.
Actualmente no hay cosa que quiera más,
Administrar mis capacidades, eso es lo que quiero.
En mi adolescencia solo quería tomar fotos y ser fotoperiodista,
Ahora lo quiero todo y voy por todo;
Quiero conservar una pareja,
Quiero hacer familia,
Quiero preservar mi memoria y la de “mi gente”,
Quiero poder tener relaciones sanas invariablemente,
Quiero poder hacer todo lo que quiero.
Entonces dije: Sí, va un segundo intento por acompañar el camino que he decidido andar, ahora con las drogas investigadas y probadas, las psiquiátricas.
*Moysés Zúñiga Santiago es fotoperiodista y experto en salud mental por experiencia.
Mucha suerte, Moisés! Seguro lo lograrás!!