Oración

Por: Carlos Ríos Espinosa

En su silla de ruedas, un hombre de alrededor de 30 años fumaba frente a un parque, al verlo, una señora bien vestida y con algunas cadenas colgando de su cuello y anillos en sus dedos, haciendo ruido con sus tacones altos, se aproximó y le dijo: “oraré por usted”. El hombre la volteó a ver y después de dar una calada al cigarrillo la conminó a acercarse.

“Oremos juntos”, sugirió. La tomó suavemente de ambas muñecas y puso un gesto adusto, como de quien se prepara a entrar en contacto con una divinidad un poco arisca. La señora, sorprendida, quiso dar un paso atrás, mientras en su interior sentía repulsión y una inquietud que empezaba a convertirse en miedo.

“Si existes señor”, empezó a recitar el hombre, “te pido que ilumines a esta persona, quien, con una arrogancia insolente, viene aquí a pavonear su existencia, como si la mía no fuera igual de meritoria. Para ella soy un ser insoportablemente contrahecho que no puede estar en esta esquina sin precisar sus oraciones para poder ser. Antes de que viniera a interrumpirme, las cosas y personas de este parque empezaban a alinearse con mi espíritu, ni ellas ni yo teníamos idea de que nos encontraríamos.

Mi alma acompañaba a aquellos jóvenes que se besan en la esquina, se deleitaba con la belleza de los algodones de azúcar que se enredan en los palillos de madera para ser saboreado por los niños, y se perdía en los últimos rayos de la tarde que dibujan un verde apagado en las ramas de los árboles. Se rompió el hechizo de este momento en que yo comenzaba un baile rítmico que celebraba la saciedad de este día. ¿Y todo porque ella piensa que tengo necesidad de sus oraciones? No, Señor, si usted es en realidad un ser omnipotente, enseñe a sus criaturas a adorar todo cuanto existe, permitiendo, entre otras cosas, que las personas fumen en paz.”

Dicho esto, soltó las muñecas de la señora que, confundida, se alejó trastabillando y atorando sus tacones en el piso.

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La imagen muestra un rayo de luz que se filtra a través de las nubes en un cielo azul. Foto: Jorge García Novella

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