- Indígenas con discapacidad y sus familias toman la palabra y la acción por una vida mejor, desde el Centro de Formación Integral Ayuuk (CEFIA).
- ¡Bebida del rey! Konk Nëëj, mezcal envasado en el CEFIA para impulsar la inclusión educativa y laboral desde Tlahuitoltepec, Oaxaca.
Es costumbre en la comunidad indígena ayuuk dejar caer las primeras tres gotitas de la copita de mezcal para ofrecerla a la madre tierra y pedir que llene de bendiciones a quienes van a compartir la bebida ritual, la bebida del Rey, Konk Nëëj.
Doña Cecilia y Don Leopoldo, indígenas mixe y padres de dos niñas con discapacidad visual, forman parte del Centro de Formación Integral Ayuuk (CEFIA), ubicado en Santa María Tlahuitoltepec, en la Sierra Norte de Oaxaca, donde se ha puesto en marcha un emprendimiento comunitario de envasado de mezcal artesanal, bautizado como Konk Nëëj.

Personas con discapacidad y sus familias se encargan de todo el proceso. “Es muy divertido el trabajo, me gusta cuando estamos envasando, debemos lavar las botellas, secarlas y filtrar el mezcal, luego lo tapamos, sellamos y etiquetamos. Yo me siento feliz ahora con los grupos de trabajo en el CEFIA”, cuenta doña Cecilia en entrevista.
¿Por qué está feliz?, le pregunto: “Porque estábamos muy triste en la casa, nada más pensando en nuestras hijas, en cómo van a estudiar, cómo le vamos a hacer”. Las niñas, actualmente de 9 y 11 años de edad, han sufrido discriminación en la escuela primaria, los profesores no les enseñaban, los compañeros las molestaban, pero ahora ellas también son parte de la comunidad del Centro de Formación Integral Ayuuk, pues están aprendiendo Braille y habilidades para la vida. Ahora la familia ve otras posibilidades de educación y desarrollo.
Un brindis por la autogestión
El CEFIA es el resultado de diez años de trabajo comunitario alentado por la asociación Punto Seis A.C, con el apoyo de cooperantes nacionales e internacionales, lo que le ha permitido crear espacios de aprendizaje y de colaboración en torno a proyectos productivos. Gracias al trabajo que desde este centro autogestivo para la construcción de diversas opciones de desarrollo e inclusión en lo académico, laboral, artístico y recreativo, la comunidad de Tlahui comienza a reconocer a sus integrantes con discapacidad.
En estos diez años se han creado talleres de alfarería, de fotografía, de cómputo para personas ciegas y con otras condiciones de discapacidad. El emprendimiento más reciente es la envasadora de mezcal, que ha sido posible gracias al apoyo de Oxfam México. En 2019 abrió una convocatoria para organizaciones civiles de la región mixe (ayuuk) y del valle de Oaxaca, una oportunidad que Punto Seis aprovechó para presentar este proyecto de participación indígena, en el rubro de equidad y discapacidad.
“Acá en el CEFIA tenemos compañeros con síndrome de Down, discapacidad visual, un sordo, débiles visuales, con discapacidad física, ellos y sus familias participan en las tareas de envasado, etiquetado, en la elaboración del inventario para el control de las ventas, etcétera”, nos explica Juventino Jiménez Martínez, psicólogo educativo y maestro en desarrollo rural, originario de esta comunidad y fundador de Punto Seis.
Los recursos que se obtienen de la venta del mezcal – una bebida actualmente muy apreciada en el mercado nacional e internacional—, se usan para cubrir el sueldo de los que participan en el taller y una parte se destina a la reinversión. El objetivo es crear un fondo para continuar con las actividades educativas y formativas del CEFIA. La venta del mezcal no tiene un fin mercantil y todo es en beneficio del colectivo.
Tradición y emprendimiento en una botella
Aunque hoy día el mezcal está de moda y le va ganando mercado al tequila, su preparación y consumo tienen que ver con las tradiciones de la comunidad indígena ayuuk, es una bebida ligada a rituales de una cultura ancestral y en ese sentido, uno de los retos del proyecto Konk Nëëj ha sido encontrar “cómo manejar el producto de manera digna, entendiendo que es una bebida alcohólica y valorando su cultura”, nos explica Juventino, “de hecho, lo compramos con maestros mezcaleros cuyo trabajo se reconoce y se respeta mucho.”
A pesar de los temores, todo indica que los participantes en el emprendimiento y la comunidad más amplia lo han aceptado y valorado en todas sus dimensiones.
Don Leopoldo dice al respecto:
“Conocemos la tradición, sabemos el significado del mezcal, por eso le pusimos el nombre y la etiqueta con las tres gotitas porque siempre que vamos a tomar y repartir las copitas, vamos a tirar 3 gotitas en la madre tierra y vamos a pedir por el trabajo, por el bienestar, por el dinero.”
Doña Cecilia, agrega: “En las fiestas tradicionales siempre hay mezcal, si vamos al cerro, mezcal, al trabajo, mezcal, pero siempre tenemos que tirar tres gotitas para pedir a la madre tierra la fuerza, el trabajo, la salud.”
En la comunidad “nos dice que es una buena idea el taller de envasado, que sigamos adelante”, comparte Cecilia sonriente.

De regreso al origen
Aunque el maestro Juventino es indígena ayuuk, no habla su lengua materna porque creció lejos de ahí. De niño fue llevado a la Ciudad de México con la idea de que se buscaría una cura para su deficiencia visual: “Salí de Tlahui a los 5 años de edad, una tía que vivía en México, la capital, les dijo a mis papás que me iba a llevar para que me operaran de los ojos y yo pudiera ver, que luego me traería de vuelta, pero lo que pasó es que ya no regresé”.
Tras las consultas con los médicos, la familia supo que la retinosis pigmentaria no se quita con una operación y que Juventino sería un niño ciego. “Mi discapacidad marcó mi destino, me tocaba ser campesino”, nos cuenta en entrevista. “Soy producto de la educación especial. Una de sus patronas le dijo a mi tía que había una escuela para niños ciegos en Coyoacán. Entrar a la escuela fue un vuelco para mí, yo pensé que no iba a estudiar por ser ciego”.
“La famosa Escuela Nacional de Niños Ciegos y Débiles Visuales de Coyoacán lo tenía todo, médicos, psicólogos, maestros capacitados para enseñar Braille, comedor, interactuabas con tus iguales, eso fue fundamental para mí. Para que uno sea autónomo y reconozca sus limitantes y alcances tiene que compartir con sus compañeros, tanto ciegos como débiles visuales. Creo que la educación especial no debiera estar peleada con las escuelas regulares.”
Así comenzó para Juventino un camino de vida en la ruta académica que lo condujo hacia una vocación de maestro. Un camino que al paso de los años lo llevó de regreso al origen, a la sierra de Oaxaca.

Construyendo inclusión desde la comunidad
El maestro Juventino nos comenta que trabajar con las familias de Tlahui e invitarlas a que se agencien el proyecto ha implicado hacer una reflexión en conjunto, porque así se hace en el medio rural, se dialoga para entenderse, tomar acuerdos y poner manos a la obra.
“Hemos reflexionado sobre cuál es la problemática que estamos pasando, cuál es nuestro dolor; por ejemplo, en mi caso, yo perdí mi lengua materna al sepárame de mi familia desde niño.”
“Al principio, llegué a Tlahuitoltepec creyendo que yo iba a indicar qué y cómo hacerlo, pero tras diez años de experiencia he aprendido a escuchar, a que mi deber es acompañar y entender que son ellos, las personas con discapacidad desde la comunidad, quienes van determinando hacia dónde quieren caminar, que actividades son de su interés”. Por ejemplo, comenta Juventino, aprendió que acá los sábados son sagrados y no se pude programar trabajo para ese día, también que todo se organiza en torno al trabajo en el campo, a la siembra, la actividad principal de la comunidad.

Sin apoyo del gobierno
Punto Seis A.C ha desarrollado desde 2006 diversos proyectos para personas con discapacidad visual buscando remediar la falta de material didáctico accesible tanto en educación básica como en educación superior, así como crear opciones laborales y fomentando la inclusión cultural. Como parte de este esfuerzo se creó el proyecto Letras Habladas en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, para crear un acervo de material accesible para estudiantes universitarios con discapacidad visual. Ahí permanece.
Fue en 2011 cuando se presentó el proyecto del CEFIA a las autoridades municipales de Santa María Tlahuitoltepec, que son elegidas cada año y se rigen por usos y costumbres. Las autoridades escucharon la propuesta y aprobaron la construcción. En 2012, los comuneros deciden donar un terreno en la Agencia Las Flores, que es parte del municipio. Para llegar al CEFIA hay que tomar un taxi colectivo desde el centro de la ciudad de Oaxaca, de ahí a Tlahuitoltepec son 3 horas de camino, y llegando a Tlahui hay que abordar una camioneta de redilas o de batea que se adentre en el camino a la Agencia Las Flores por una hora más.
El papel de Punto Seis en este proceso ha sido gestionar los recursos, aprovechando que es una organización constituida con la formalidad legal que pedían las instituciones públicas y privadas para entregar recursos económicos. De 2014 a 2018 obtuvieron apoyos del Instituto de Desarrollo Social (INDESOL) en el esquema de coinversión, para llevar a cabo un taller de fotografía para jóvenes con discapacidad, pero los apoyos de INDESOL se cancelaron al inicio del sexenio.
En 2014, con apoyo de la Fundación Merced “logramos construir nuestro primer salón para un taller de alfarería que hora es un taller de cómputo. Así hemos conseguido construir los espacios, la meta es tener cocina, comedor, dormitorios”, pues a veces es preferible quedarse en el Centro si se hace tarde.
La organización se ha acercado al Instituto Nacional de Pueblos Indígenas (INPI) para presentarles el proyecto y, sobre todo, llamar la atención sobre las necesidades de las personas indígenas con discapacidad, sin embargo, no ha obtenido respuesta.
“Los gobiernos estatal y federal no tienen políticas públicas para población indígena con discapacidad, no existe un proyecto sobre discapacidad e inclusión desde los gobiernos estatales o el federal”, asegura Jiménez Martínez; sin embargo, confía en que los y las jóvenes que ahora están participando en el CEFIA serán agentes del cambio en un futuro próximo: “Ellos van a ser las autoridades comunitarias y van a tener una incidencia diferente.”

Mejor voy a aprender Braille
Como ya dijimos, Leopoldo Vasquez y Cecilia Pacheco Hernández conocieron al maestro Juventino por sus dos hijas con discapacidad visual, de 9 y 11 años de edad. Las niñas asistieron durante dos años a una escuela primaria regular pero no les enseñaban nada, nos comenta doña Cecilia, “estuvieron dos años en la primaria, pero las discriminaban ahí porque no veían las letras ni los números, sus compañeros las maltrataban. Entonces las sacamos y las mandamos al CAM (Centro de Atención Múltiple, modelo de atención en México a niños y jóvenes con discapacidad) y ahí conocimos a Juventino, quien les empezó a enseñar la escritura Braille.
Don Leopoldo ha visto el cambio en sus hijas: “Las nenas me dicen, sabes qué papi, mejor voy a aprender el Braille porque Juventino me enseña solo a mí”, en referencia a que en la escuela no tenían esa atención.
Es una familia de campesinos, siembran maíz y frijol y también tienen cargos públicos como autoridades municipales, así que han tenido que organizarse de otra manera para poder asistir al CEFIA y realizar sus otras actividades.
En Tlahuitoltepec hay más niños y jóvenes con discapacidad, pero las madres se quedan con ellos en sus casas, quizás por el miedo, comenta doña Ceci, porque los molestan por no poder ver, como a sus hijas, o porque no se pueden mover. “Así la pasábamos antes, no es fácil. Yo siempre ando con ellas, no las dejo en ninguna parte, antes casi siempre estábamos en la casa. Casi no me daban trabajo porque tengo que estar con ellas.”
Pero a partir de que se sumaron al proyecto de envasado de mezcal se siente más tranquila, porque encontró en el CEFIA un espacio de apoyo: “Nos sentimos mejor porque estamos trabajando con el grupo, mientras las niñas están estudiando Braille”.
La pareja tiene otros dos hijos más grandes, sin discapacidad, que ya terminaron el bachillerato. Con respecto a sus dos hijas ciegas se sienten ahora más tranquilos porque ven otras posibilidades de desarrollo, aunque también son conscientes de todo lo que falta para que puedan seguir estudiando.
Doña Ceci quisiera que hubiera más maestros en la comunidad y recursos para poder pagarles. Ella y su esposo han batallado tanto por el acceso a la educación pública y gratuita, un derecho que está en la Constitución, que sienten muy distante al gobierno de Oaxaca como para exigirle que establezca escuelas cercanas y accesibles en la comunidad, como sería obligación de la autoridad.
Mientras tanto, “ya no estamos tristes”, insiste doña Ceci, “ahora estamos luchando por el futuro de nuestras hijas, para que cuando estén grandes puedan leer y escribir en Braille”, y con ello ir haciendo su propio camino.
¡Tres gotitas a la madre tierra y larga vida al Centro de Formación Integral Ayuuk!
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Siento alegría con los logros, adelante