- Aunque es beneficiaria de la pensión Bienestar, no la recibe puntualmente y no le alcanza para cuidar de su salud.
- La medicina para diabetes escasea en los centros de salud.
- No hay alternativas para mujeres con discapacidad que sufren violencia.
- Servicios para personas con discapacidad, interrumpidos.
Isabel tiene 60 años, tiene amputada una pierna y usa muletas para su movilidad. Hace un año que le diagnosticaron diabetes tipo II y sufrió la amputación. Al comenzar la cuarentena de la pandemia por #Covid19, Isabel andaba con mayor dificultad porque sus muletas se habían roto. Trabajaba vendiendo en la calle adornos para el cabello, cintas de colores, gorritos, guantes y otras cosas que ella misma tejía. Pero el confinamiento la alcanzó sin estambre para seguir tejiendo, sin muletas, sin dinero, y teniendo que pedir un lugar para vivir en casa de su mamá, donde no es bienvenida, antes vivía en un cuarto que ya no pudo pagar.
Diabetes, violencia y pandemia
Isabel (cambiamos su nombre por razones de seguridad) recibe malos tratos todo el tiempo de parte de su mamá y tiene encima la amenaza constante de que la va a correr. De hecho, eso ya ocurrió, ella se tendría que salir de casa de su mamá este fin de semana, pero estando en una colonia de Iztapalapa, la segunda alcaldía de la Ciudad de México con el mayor número de casos de coronavirus en la capital y el cuarto lugar en todo el país, Isabel tiene temor de salir y contagiarse. Entre la tensión por la falta de insulina, la falta de ingresos y la violencia en casa, sus defensas están bajas y ya pescó un resfriado. Tiene temor de salir a la calle y contagiarse de Covid: “varios vecinitos ya se murieron, yo en mi condición no puedo salir a la calle, mi cuñada me ayuda a ir a comprar mi medicina y algo para comer”.
En la Ciudad de México, Iztapalapa encabeza la estadística de fallecimientos por la pandemia, junto con la alcaldía Gustavo A. Madero. En la densamente poblada zona oriente de la capital, ya se cuentan más de 100 muertos.

Así que Isabel, con discapacidad motriz y diabetes, ha buscado un albergue o un refugio a dónde ir, para estar a salvo de la violencia familiar, aunque eso implique estar más expuesta al virus, en momentos en que estamos cursando la semana de mayor riesgo de contagio, según estimaciones de las autoridades de Salud. Llamó a oficinas de la Alcaldía y dio con un funcionario de la Dirección de Inclusión y Bienestar Social, de los que están de guardia. Éste le dijo que había un albergue cerca de donde ella está viviendo, un lugar donde se resguardan personas que viven en la calle. No era la mejor opción si quería evitar un contagio. Luego le ofreció la opción del albergue Villa Mujeres, administrado por el gobierno de la Ciudad. Pero le dijeron que la podían recibir hasta dentro de dos meses, una vez que pase la cuarentena. Pero ella necesita salir pronto de donde está.
“Creo que una hermana me puede recibir en su casa, por ahora voy a quedarme acá por el riesgo de contagio, a ver qué dice mi mamá”. En las conferencias de prensa diarias sobre el seguimiento a la pandemia se insiste en que las personas con diabetes y otros padecimientos preexistentes son más vulnerables a enfermar gravemente si se contagian de Covid19. Isabel no ha tenido problemas para cumplir con las medidas de higiene, lavarse las manos, usar cubrebocas, pero quedarse en casa está siendo un problema.

Antes de la pandemia, la señora acudía al centro de salud de Iztapalapa a solicitar la insulina que necesita y sin la cual puede estar en grave riesgo de sufrir un coma diabético. Sin embargo, desde mediados de marzo, cuando la atención de los servicios de salud se empezó a volcar hacia el coronavirus, ya no había medicamento para personas con diabetes en los centros de salud, donde se puede obtener gratuitamente. Otras medicinas controladas que son indispensables, por ejemplo, para personas con alguna condición de salud mental, también escasearon. En la farmacia de la calle, cada frasco de insulina le cuesta a Isabel entre 800 y 900 pesos y le dura 20 a 25 días.
El anticipo de la pensión Bienestar se esfumó
Se supone que Isabel es beneficiaria del programa de pensiones para personas con discapacidad del gobierno federal, las pensiones Bienestar; sin embargo, ella está entre los casos, cada vez menos excepcionales, en los que no recibe el dinero a través de una tarjeta bancaria, como se supone que se entrega el recurso, según lo que ha informado la Secretaría de Bienestar, sino que una promotora le avisa cuándo le llegará un pagaré vía Telecomm-Telégrafos de México, para que pueda ir a cobrarlo. A Isabel sí le dieron la tarjeta, pero no la ha podido usar porque no está activada.

Y en marzo, a pesar del anuncio del presidente Andrés Manuel López Obrador de que se entregaría el monto de dos bimestres de pensión para abarcar de marzo a junio como una medida para apoyar a las personas con discapacidad con dinero en efectivo para pasar la cuarentena, Isabel no recibió en una sola entrega los 5,100 pesos prometidos (equivalente a 204 dólares para cuatro meses). Se lo fueron dando por partes. Un pago inicial de 2, 500 hasta después de Semana Santa, por ahí del 14 de abril, dinero que se le fue en comprar la insulina que antes le daban en el centro de salud (1,500) y el resto, para comer. Dos semanas después recibió el complemento.
Preocupada por su condición de salud y el riesgo de enfermar de coronavirus, Isabel solicitó la asistencia de salud del programa capitalino “Médico en tu casa”. El doctor que la visitó le dio una receta para que tomara vitaminas y un medicamento para aliviarse de una escara por presión, un riesgo común en personas con discapacidad motriz, pero el doctor no le hizo la curación y le dijo que no contaba con el medicamento para dejárselo. Sin embargo, ella tampoco contaba con el dinero para comprarlo. Unos días después supo que fue afortunada en recibir esa visita, porque volvió a llamar para pedir una nueva consulta y le informaron que por ahora las visitas a domicilio están suspendidas porque el personal está dedicado a atender la emergencia por coronavirus y, según información extraoficial, también están atendiendo el brote de sarampión que se detectó casi al mismo tiempo del comienzo de la epidemia por Covid19 en la Ciudad de México.
Servicios interrumpidos por la pandemia
En general, las oficinas de gobierno en la Ciudad de México han bajado las cortinas u orientado el trabajo hacia la atención al Covid19, con personal de guardia. Pero no han dispuesto algún mecanismo para dar continuidad a los servicios que prestaban, por ejemplo, a población con discapacidad. Antes de la pandemia tales servicios estaban desarticulados, como se ha dicho, y la situación no ha cambiada. Hace unos días, el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, señaló que “la pandemia está intensificando las desigualdades que afectan a personas con discapacidad en circunstancias normales e introduciendo nuevas amenazas. Las personas con discapacidad se encuentran entre las más afectadas por esta crisis en términos de víctimas mortales.”
Y es que en México no se ha tomado en cuenta esta situación y todo continúa como antes de la emergencia sanitaria. Esto, a pesar de las recomendaciones de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), de la OMS, de la Alta Comisionada de Derechos Humanos de la ONU, de Human Rights Watch, para que se tome en cuenta la mayor vulnerabilidad de las personas con discapacidad ante el COVID19, no por la discapacidad, sino por la falta de accesibilidad a las medidas de prevención, incluso las más básicas como lavarse las manos o las dificultades que implica el aislamiento social.
Si bien ya se emitieron guías para orientar a la población con discapacidad –en la Ciudad de México y en los estados, así como en el gobierno federal— y de paso a las autoridades sobre las formas de intervención para prevenir el contagio, en dichas guías no se establece con claridad a quién le corresponde qué acción. Es decir, se pide garantizar el acceso a servicios de salud y algunas pautas sobre trato digno, pero queda en el aire la definición de qué institución o autoridad sería la responsable de verificar y sancionar, en caso de que no se cumpla con las “sugerencias” de actuación. Toda la responsabilidad de prevenir el contagio recae, como ha sido siempre, en las familias y las personas con discapacidad.
En la capital del país –una situación similar ocurre en los estados—los servicios de atención a las personas con discapacidad están dispersos, no existe una continuidad en los servicios o un procedimiento al que cualquier ciudadano con discapacidad pueda acceder marcando un solo número telefónico o ir a una ventanilla y que a partir de ahí se pudiera desatar una cadena de servicios y dispositivos de asistencia.
El DIF ha interrumpido servicios de sus Unidades Básicas de Rehabilitación, ahora cerradas por la pandemia, los usuarios de esos servicios no han dejado de necesitarlos, pero ya no tienen a dónde ir a terapia.
Es el DIF la instancia que normalmente apoya a esta población en trámites para la obtención de cortesías en el transporte o en el pago de servicios. Hasta 2018, en la capital del país también se encargaba de entregar los apoyos económicos o pensiones no contributivas, pero ahora ya no lo hacen, porque esa tarea quedó en manos del gobierno federal con las tarjetas Bienestar (y se redujo el número de beneficiarios).
Así era antes de la pandemia y así sigue siendo, lo cual termina dejando en la desprotección a esta población, no sólo ante el coronavirus, sino ante la precariedad económica y ante la violencia familiar.
La pensión Bienestar no paga una renta
Con ayuda de amistades y de organizaciones civiles, Isabel buscó a Indiscapacidad para pedir ayuda por todas las necesidades urgentes que tuvo al inicio de la cuarentena. Esta institución, que ya había cerrado sus oficinas, pero continuaba trabajando a distancia, le consiguió y entregó unas muletas nuevas, de vital importancia para la señora.
Trabajadores de Indiscapacidad le llevaron unas vitaminas y le informaron que no podían conseguirle el glucómetro ni la despensa que solicitaba, lo cual se entiende si no está en sus atribuciones, sin embargo, no la vincularon con alguna otra instancia para resolver estas necesidades. De hecho, las distintas oficinas que pueden atender a personas con discapacidad, como el DIF, por ejemplo, no están vinculadas entre sí, aún cuando de pronto desarrollen actividades conjuntas. Hay que hacer muchas llamadas para pedir apoyo y asistencia social.

En los primeros días de mayo, Isabel buscó a la promotora de las pensiones de Bienestar para preguntarle cuándo le llegaría el siguiente pago. El supuesto anticipo de dos bimestres se le esfumó entre consultas con un médico particular (ante la falta de servicio en la clínica pública), medicamentos y algo de comida, no lo suficiente para la dieta que debe seguir para mantener los niveles de glucosa más o menos estables. Con la amenaza de su mamá encima, necesitaba tener un ingreso. Pero recién cayó en cuenta de lo que implicaba el anticipo de la pensión ordenado por el López Obrador frente a la contingencia, como un apoyo a la población más pobre: el próximo pago de esta ayuda llegará hasta el mes de julio, es decir, en 7 u 8 semanas. Si tiene suerte, recibirá a principios de julio un solo cheque de 2,550 pesos. Si no, le irán abonando vía Telecom, tal vez hasta final de mes, dinero que se le va a ir de nuevo entre los dedos.
“Estoy desesperada”, me dice por teléfono. ¿De qué va a vivir estas semanas? Ella tiene claras sus necesidades: Atención médica para sobrellevar la diabetes (teme mucho a un coma diabético por el estrés en el que vive y la mala alimentación) y para prevenir el contagio de Covid19, que en su caso podría ser mortal. Necesita un trabajo para tener su propio ingreso o al menos tener estambre para hacer su mercancía y volver a vender. Sobre todo, suplica por un lugar para vivir sin violencia.
+++Si puedes apoyar a la señora Isabel, nos pide ella compartir un número de tarjeta OXXO donde recibe depósitos. Si están en esa posibilidad, por favor envía un correo a megafono2020@gmail.com para compartir la información.
¿Cómo podría ayudar la población en general a esta conciudadana?
Es comprensible la mala comprensión de incluir información de contacto pero no sería descabellado.
Muchas gracias, Gabriel. Sí, en este caso es complicado poner un número de contacto. Podría usted escribirme a liber.ameri@gmail.com para hacerle llegar a Isabel alguna ayuda. Saludos