- Sin atención médica ni insulina de acción rápida en el sector público, su salud se ha deteriorado
- Recibir la pensión de Bienestar cada 4 meses en vez de cada 2 ha empeorado su situación.
- La respuesta del gobierno llega a cuentagotas; no le queda más recurso que pedir apoyo solidario a la sociedad.
En siete meses que ha durado la pandemia en México, la salud de Danila, mujer de 56 años con diabetes, discapacidad física y en pobreza, se ha deteriorado gravemente. En su caso, los siete meses de confinamiento y restricciones a las actividades escolares, comerciales y de convivencia social impuestas por las autoridades para tratar de contener las muertes por Covid19, han sido de pasar hambre, padecer por la falta de medicamentos en el centro de salud para controlar la diabetes, ingeniárselas para obtener algún ingreso o apoyo del gobierno de la Ciudad de México, que le ha llegado a cuenta gotas y sólo después de enviar correos electrónicos a la Jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum.
Aunque es beneficiaria de la pensión de Bienestar para personas con discapacidad, de poco le ha servido porque ese apoyo se le esfuma de las manos; antes de recibirlo, ya lo debe a vecinos y amistades que le prestan algo para su comida y medicamentos.
Danila es el nombre real de Isabel, la protagonista de la historia que contamos aquí en mayo pasado, cuando se cumplían las primeras semanas de la llamada “cuarentena”, que ya rebasó los 200 días en la Ciudad de México: “Covid19. Quedarse en casa y lavarse las manos no alcanza para para Isabel”. Ella nos autorizó a revelar su nombre en vista de que su vida no puede estar en mayor riesgo que ahora; el maltrato familiar, por el que se reservaba su identidad, es ahora el menor de sus males. La falta de atención médica en el centro de salud al que acudía antes de la pandemia para el monitoreo de la diabetes y para poder obtener la insulina y demás medicamentos que necesita han provocado un grave deterioro en su salud. Los servicios médicos se enfocaron en atender la emergencia por coronavirus, varios centros de salud cerraron o dejaron de atender a personas con diabetes y otros padecimientos crónicos.

La decisión del presidente Andrés Manuel López Obrador de juntar dos pagos bimestrales de la pensión Bienestar en una sola entrega con la idea de ayudar así ante la pandemia a los beneficiarios de programas de asistencia social (y reducir los riesgos de contagio entre el personal encargado de distribuir y entregar el dinero) ha resultado contraproducente para personas como Danila. Cuatro meses de espera son una eternidad, pues el monto que reciben se va como agua en unos días ante la cantidad de necesidades que tiene que cubrir.
El pago que debía recibir en marzo le llegó hasta mediados de abril; además, los 5,600 pesos correspondientes a dos bimestres se los entregaron en dos partes. Entre comprar insulina y alimentos, el dinero le duró menos de una semana. El siguiente pago lo recibiría en cuatro meses. Mientras los beneficiarios del programa que tienen una tarjeta bancaria para retirar el dinero estaban recibiendo el apoyo en julio, Danila lo recibió hasta finales de agosto. A ella se lo entregan por Telecom Telégrafos. Solo ella sabe cómo ha logró sobrevivir hasta ahora, siendo vecina de Iztapalapa, una de las alcaldías con mayor cantidad de contagios y muertes por Covid19 en la capital del país.
Cuando le llegó de nuevo la pensión por el monto de dos bimestres, ya debía el dinero entre préstamos para conseguir su insulina, y se encontró de nuevo sin un peso y sin medicamentos y con más afectaciones a su salud por el deterioro que causa la diabetes no controlada, un círculo vicioso. En el centro de salud le seguían diciendo que la insulina de acción rápida que ella necesita simplemente estaba agotada. Así que la opción de contar con insulina gratuita ha sido inexistente. Y como Danila, cientos de personas con diabetes se han visto en la misma dificultad.
Un frasco del medicamento cuesta entre 1,500 y 1,800 pesos; pero es tal la demanda, que hay un mercado alternativo, digamos, donde se puede conseguir a mitad de precio, corriendo el riesgo de no saber si es de calidad o si la fecha de caducidad no está alterada. ¿Lo saben la Secretaría de Salud federal y la rigurosa Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (COFEPRIS)?
Los consultorios de las farmacias como la del Doctor Simi han sido la opción más a la mano para Danila, aunque debe pagar por las consultas y los medicamentos con dinero que consigue de vender algunas cosas y con apoyos de algunas amistades. Los problemas de salud se han ido sumando. Debilitada por la enfermedad y la mala alimentación, ha sufrido caídas por mareos y falta de equilibrio, se ha lastimado los brazos y las manos, anda insegura con las muletas y le duele al tejer. Tiene problemas gástricos, su vista se ha deteriorado, está perdiendo dientes y el cabello se le cae a puños, además enfrenta una fuerte depresión. “Una tarde amanecí con fiebre y me temblaba todo el cuerpo sin control. Vino una vecina que es enfermera y me dijo que tenía alta el azúcar”, me comenta.

.
Una lesión que le apareció en el pie hace unos días fue una de sus más recientes emergencias médicas. Se decidió a acudir al centro médico con el riesgo de que le negaran la atención como en otras ocasiones, pero sentía también un descontrol total de la glucosa. Esta vez sí la atendieron, la estabilizaron y le confirmaron lo que temía: la lesión en su pie es delicada, se debe a la diabetes y corre el riesgo de que se infecte si no cicatriza pronto, el temido pie diabético que puede llevar a una amputación. “No quiero perder mi único pie”, lamenta. Le dieron una receta para que consiga la pomada y el parche que necesita porque en el centro de salud no cuentan con ese medicamento. Tampoco tienen la insulina glargina, pero le dieron otra con una serie de advertencias: la aplicación debe ser muy precisa porque podría causarle un infarto u otras secuelas mayores. También le recetaron un antidepresivo, que también debe comprar en farmacia porque no lo tienen en el centro de salud.
El mismo día que fue al centro de salud recibió por la tarde una llamada de la Secretaría de Salud de la Ciudad de México para informarle que tenía cita en el mismo centro para el día siguiente. Era la respuesta que ella había estado esperando varias semanas después de haber mandado peticiones de ayuda a la Jefa de Gobierno. Regresó a la clínica y la actitud del personal había cambiado: el mismo director del centro de salud le ofreció disculpas, reconoció que había recibido la instrucción de atenderla y se disculpó por la mala atención recibida anteriormente. Sin embargo, le volvieron a decir que no contaban con todo el medicamento necesitaba y le mencionaron que debía ir a hacerse unos análisis de orina de manera urgente, pero en un laboratorio particular.
Danila se volvió a preguntar lo mismo que desde hace siete meses, “¿con qué dinero?”
Estaba esperanzada en recibir el pago de la pensión de Bienestar para este mes, pero le dijeron que le toca hasta noviembre: “Me dijeron que no me van a dar lo de Bienestar en octubre, sino hasta noviembre y que ahorita no van a pasar a verificar la supervivencia porque ya viene de nuevo la pandemia.” El mensaje oficial es que estamos entrando en la temporada de influenza y ésta se va a juntar con la epidemia por coronavirus. Lo que viene es la sindemia.
En agosto pasado, cuando esperaba el dinero de Bienestar y éste no llegaba, una promotora del programa asistencial del gobierno federal le explicó que había retrasos en la entrega de la pensión porque tenían que revisar los padrones: con la pandemia hubo muertes entre los beneficiarios del programa para personas con discapacidad, así como para adultos mayores, por lo que estaban tardando más en llamar o localizar a los beneficiarios para tener la confirmación o prueba de “supervivencia”, como se conoce este tipo de verificación.
“Yo no me quiero morir”, me dice Danila, “yo quiero luchar, salir adelante”. Una persona le prometió donarle estambre para poder tejer pero no le ha cumplido. Líderes de partidos políticos le han prometido apoyos, hasta hace unas semanas recibió una silla de ruedas por parte de una diputada local (el DIF de la Ciudad de México le podía entregar una, pero para ir a recogerla tenía que gastar dinero que no tiene. No le dieron la opción de entregársela de otro modo). Sus peticiones al gobierno de la Ciudad de México han recibido respuesta a cuentagotas. En una ocasión le dijeron que debía comunicarse con funcionarios de la alcaldía Iztapalapa para que le resolvieran la solicitud de una despensa, pero no logró que le contestaran el teléfono en la alcaldía.
A diario tiene que decidir entre comprar algo de comer o algún medicamento. Ha perdido mucho peso, ruega a Dios para no perder la vista o el pie que le queda. La falta de atención médica, de aplicarse insulina de forma regular y de recursos económicos, le han causado estragos.
Danila ha hecho lo que ha podido. Se las ha ingeniado para sobrevivir sin el apoyo de sus familiares y la hostilidad de su madre, quien le permite vivir en un cuarto en su mismo terreno, pero a cada rato le exige que se vaya. Hablé anoche con ella y me dijo que tenía fiebre y se sentía resfriada. Hasta ahora se ha salvado del contagio de Covid19, pero está tan debilitada, que sin duda corre el riesgo de enfermar. Fue de nuevo al centro de salud. La mandaron a su casa y le recomendaron conseguir oxígeno; en la clínica no tienen espacio para atenderla.
Llegar a noviembre para cobrar la pensión de Bienestar parece una eternidad.
Ella pide el apoyo solidario de la gente para poder salir adelante. Nos ha pedido compartir este mensaje y sus datos, para quien desee y esté en la posibilidad de apoyarla, pueda hacerlo.
Danila Martínez Vásquez
Celular: 5548891828
Depósitos de efectivo en OXXO
No. de tarjeta Citibanamex – Saldazo: 4766841194549393

Un pensamiento